sábado, 30 de octubre de 2010

¡Precaución con las puertas!




- Comienza el cierre de puertas.

Y las puertas se cerraron frente a su respiración agitada. Quiso sentarse un momento; la corrida desde su casa le había pasado la cuenta y aún así no le había favorecido mucho, estaba media hora atrasada para llegar a su prueba de suelo.

Esperando el próximo tren, se toma el tiempo necesario para sacar su celular y calmarse con un poco de música. Reviso en su mente parte de las frases que en un rato más tenía que presentar; quiso darle el ritmo de las canciones que iba escuchando. Ensimismada en su cuerpo y las melodías, no se percató que el tren ya más de lo común había demorado, sin embargo si sintió cómo había llamado la atención de algunas personas del andén.

Se detuvo y aún con sus audífonos puestos observó intrigada a la gente de su alrededor, buscó detenidamente cada una de sus caras y sin saber cómo se fue envolviendo lentamente en la atmósfera amarga y atormentada que recorría el ir y venir de la línea amarilla.

Cabizbaja se reprochaba, se atrapaba en sus análisis insoportables que no la dejaban respirar tranquila. Reflexiva repasaba sus días y sus tristezas, escudriñaba en su gozo y buscaba la forma de regalar sus sonrisas, pero se esfumaban apenas se insinuaban y perdidas se manifestaron en el subterráneo.

Contemplaba e imaginaba sus historias y sus razones miserables, las compartía y pedía respuestas al encierro ficticio que oprimía sus quimeras. Absorta se quedó ante su imagen reflejada en las ventanas del tren, pasmada entre los pasajeros que descendían no quiso entrar; prefirió seguir descubriendo los viajes escondidos de los emigrantes de la sociedad, desertores de la realidad.

Se movía entre la gente y la absorbía la nostalgia de sorprenderse amarrada a la estructura, como todos los presentes. Sacudía sus pensamientos y encontraba recuerdos que no comprendía, palabras que no las compartía: vacías, conquistadas por la masa, atrapadas en la rutina, vencidas por la mentira, enfermas de consumo, enceguecidas por afanes materiales y morales.

¿En dónde me encontraba? ¿Qué estación había abordado? ¿Qué eran todas estas divagaciones que aparecían sin descanso? ¿En qué momento mi alma se cubrió de prejuicios ridículos y ataduras absurdas?

Los minutos avanzaban, los metros pasaban y pasaban y la gente rotaba en esta maquinaria.La razón que la había llevado a entrar a este naufragio, ya no le importaba, mientras el arte más se aleje de instituciones más arte se vuelve y de libertad alimento mi mente.

Ocupada se mantuvo en las acciones de los que subían y bajaban, a ratos los esperaba frente a las puertas, rogando una salvación. Solo consiguió ojos lejanos y cuerpos egoístas. Estaba ahogada, buscando alguna solución para no llegar a la redención, pero la situación exterior y cotidiana preocupaba y no cesaba.

Tanta confusión la embriagaba y la manipulación del día a día la llevó, incluso, a creer que aquel muchacho, culpable de sus miradas más hermosas, no era más que una idea inexistente en la realidad; una de las tantas ya creadas para sobrevivir en estos días, una imagen intervenida, un ideal más que se desvanece tras la luz de las cortinas… no reconoce si sus lágrimas que recorren su rostro son por no ser correspondida o por la caída de la ilusión… qué importa cuál es la razón, aún así, ella aferrada al desconcierto de que nada es verdad; todo se ha contaminado de grasa y avaricia colectiva…

¿Cómo se hace cuando pasa un día entero sin darte cuenta y cuando recién percibes como avanzaron las horas, sientes un vacío angustioso que abruma tu alma y te cuestiona la necesidad de despertar un día más para repetir el arrase de la humanidad sobre la entidad?

- Tenga cuidado con la separación del tren con el andén

Sin aguantarlo más, se levantó de su asiento una vez más, decidida se acercó lentamente a la línea amarilla. Escuchaba a lo lejos, cómo se acercaba el próximo carro, caminó, caminó y caminó aliviada protegiendo lo único que le quedaba, la utopía del vivir.

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