miércoles, 22 de septiembre de 2010

Manifiesto de mis días


"Abrazándote
la vida me traspasa,
estoy entero."
[Pedro Aznar]



Pestañeó largamente,
y de un momento a otro se vio sonriendo junto a Manuel,
recorriendo un santiago suburbial,
embellecido primaveralmente por la ingenuidad.
Se encontraron en rincones desconocidos para ambos,
sintieron como sus pasos desplazaban su razón.
Sus pies no cesaban de caminar,
ellos no sabían si lo que vivían era real.
Poco importaba el destino,
nada significaba llegar,
aferrados a la idea,
que si sus manos coincidían en sus cuerpos,
sus caminos concordaban en el final.
Él, atado a su conciencia; ella, entregada a la inocencia.
Él, sublime en sus contradicciones; ella, hallando decisiones.
[En miradas se consumían
y entre sonrisas se pretendían]
Ambos tuvieron una tormenta de sensaciones,
desbordando la libertad en las avenidas de la capital.
No necesitaban derramar palabras para entenderse,
ambos se sentían:
cómodos en lo prohibido,
la complejidad los envolvía y solo en silencio
[se comprendían].

Quisieran imaginarlo
y desafiar lo permitido,
desenfrenarse , besarse hasta desconocerse,
volver a encontrarse, beberse y llenarse
[sin agotarse],
lidiar con la locura,
arrasar con la amargura,
y terminar perenne en la dulzura.


La noche avanzaba,
el adios se hacía próximo a materializarse,
mas, ellos no querían despegarse,
estrujaban los segundos,
creían que uno de los dos se desnudaría de sinceridad,
Manuel aceptando el derrumbe de su primera afinidad,
Alina venciendo el ego de su inseguridad.
Sin embargo, el tiempo pasó y solo perduran intactos
[sus deseos],
el raciocinio conquistó el amor de Manuel,
Alina se perdió en el infortunio
y en cada uno de los lugares que se vió junto a él.



Las calles se sintieron afligidas
se volvieron grises,
[aún más],
se colmaron de recuerdos sombríos,
se agrietaron de apatía,
y al pasar los días,
Alina solitaria,
caminaba con su alma fría.

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