miércoles, 23 de diciembre de 2009

Mi propio "exit"

Me sentía libre y por primera vez desafiando la rutina quinceñal. Hoy, después de clases, me juntaría con Daniel y Rodrigo, ambos eran 4 años más grande; pero los tres eramos muy parecidos y estando juntos no importaba la lejanía de nuestros cumpleaños. Habíamos dicho a las 18:00 en las boleterías de Baquedano. Así que tuve dos horas de ocio completo, me fui caminando lentamente por el Fore sin tomarle mucha atención a los rayos de sol que golpeaban fuertemente mi espalda y mis hombros, no me importaba, estaba muy concentrada buscando las distintas melodías que creaba al pisar las hojas secas, rotas de humanidad. Llegando a Bellas Artes supe que por mi afán de libertad estaba atrasada. Corrí feliz disfrutando del viento que yo misma despertaba mientras avanzaba, hasta que un semáforo detuvo mi andar. Llegué al lugar, un poco tarde, y ahí estaban, esperándome. Les conté sobre estas dos horas y ellos solo sonrieron. Caminamos entonces a donde lo habíamos planificado, solo teníamos hasta las 19:30. Durante el camino conversamos tanto como pudimos, nos abrazamos hasta estorbarnos, estábamos ansiosos por llegar y terminar nuestro día sumergiéndonos plácidamente en cada compás de la guitarra de Manuel. Ellos fumaron, yo tomé hasta olvidar alegremente el objetivo de la caminata y perdernos sabrosamente en los segundos y minutos desplazados por las horas.
Llegamos y vimos como una gran masa se devolvía contenta y satisfecha por el espectáculo; inmediatamente supimos que había terminado, claro eran las 22:oo. Me amurré y olvidé fácilmente todo el tiempo que pasamos juntos porque, yo quería ver a Manuel y salir de mi rutina. Me despedí con la mirada quebrada y Daniel al unísono con su mano me dice Adios chica, fue una tarde hermosa. Rodrigo se suma también Sí, que se repita chica, nos vemos. Aún pensando en los arpegios perdidos tomé la micro y por fin ya sentada comprendí y vi mi sonrisa reflejada en la ventana. Todas estas horas fueron un real escape.
Los llamé y nos juntaremos en un mes más, en la próxima tocata.
Tanto fue el rompesquema de Anita que al llegar a su casa agarró el cuaderno empolvado de sueños sobre su velador y con un lápiz negro se atrevió y escribió: Me sentía libre y por primera vez desafiando la rutina quinceñal...

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Vientos de destrucción



Hoy quise salir a pasear
Invité a Entretención y a Razón
A pasar la tarde calurosa junto a mi
Así que salimos a caminar
Bajo los agobiantes rayos de sol
Que un cuarto para las seis
Se posaban en los suburbios populares
De un Santiago protagonista
En la historia de un país,
Que confundido y desorientado,
En unos días más se dispone a celebrar.


Dimos pasos largos,
Permitiéndonos ir lento,
Muy lento.
Como tres grandes amigos
No hicimos más que
Recorrer el gris desteñido
De una realidad que ha estado
Bajo el umbral de los sueños,
Siempre,
Y si alguna vez
Quiso ser diferente
Hoy no es más que un parche
Para simular los deseos
Anhelados en nuestra juventud.
Hoy con Razón descubrimos
A pesar del sol
La primera brisa de la destrucción.


Sin querer me adelanté
Y en el paseo ahumada
Me encontré
Con una señorita
Que inocentemente mi sonrisa le regalé
Luego de saber por sus labios
Que su nombre era mi realidad,
Soledad,
No hice más que avanzar
Hacia ese lugar
Que me permitía soñar
Que en 200 años más
Si se celebraría de verdad
Por nuestra sociedad.

Fue así que con Entretención
Conocimos un aire esperanzador
Que una segunda brisa nos despojó.


La seguí
Y a mis dos compañeros
De vista los perdí,
Entre propagandas y campañas
Camino al fin, me enceguecí
Su hermosa figura me atrapó
Y entre caricias y besos
Su populismo se escondió.
Con sus curvas y sus caderas
El tiempo se pasó
Y un cuarto para las diez
Solo quedaba la fragancia del calor
Sobre la larga y oscura avenida
Donde se puso el sol.


Quise devolverme a la casa,

Por sorpresa la Sole me siguió

Y desde ese día usurpó
El día y la noche
Adueñándose de todos los arpegios
Creados por el andar de las horas
En los minutos inciertos y envueltos
Por el acorde de la desolación
Se apoderó
De todos los rincones,
No le bastó con librarse de
Entretención y de Razón
Ahora arrasó con mi corazón.

Y así fue que

La última brisa apareció
Consolidando el viento de la des
trucción.

domingo, 22 de noviembre de 2009

Amelia en mi mundo



Escuchó el despertador y pensó: es hoy. Diferente a otros días, no se levantó automáticamente después del sonido, como estaba acostumbrada a hacerlo,- y como la mayoría de la gente se comportaba actualmente - muchas imágenes se confundían en un camino entre su mente y sus ojos. Cualquiera que la observará se daría cuenta que había algo en Amelia fuera de lo común. Esbozaba en su rostro ansias de rescatar y redescubrir recuerdos escondidos en una memoria empolvada y reprimida. Tenía una mirada profunda y decidida.
Luego de desordenar por unos minutos su voluminoso pelo con las vueltas en la cama, y de disfrutar los movimientos de su cuerpo al despertar, se levantó, se duchó y se vistió. Amelia era una mujer de 21 años, con una personalidad y sensibilidad interesante, que dejaba descifrar con pequeños detalles en su simple vestir; aros largos, gorro de lana y un colorido pañuelo que cubría su cuello.

Amelia salió de su casa - pero su sensación de encierro no se quitaba con caminar por la calles - cambió su recorrido y así también su cara, que nos reveló con una quebrada sonrisa cual sería su decisión. Caminó en contra su rutina, sus pasos rompían los límites y esquemas establecidos por un largo tiempo; por fin hoy, se atrevió y fue espontánea.
Se detuvo delante de un edificio antiguo, un impulso desconocido llevó a sus pies hacia el timbre y extrañamente, sorprendiéndose ella misma de los rincones de su memoria, sus dedos marcaron un “7” y un “3”.
Amelia se quedó esperando, pero no supo qué era hasta que sus piernas de la misma manera que la sacaron de su casa, volvieron a ella más tarde.
De pronto escuchó:

- ¿Si?- contestó una voz familiar que siguió despertando lo inconsciente del viaje.

Amelia no respondió, no sabía qué decir, cómo explicarle que hacía tocando su timbre, y si no recuerda como yo, quizás ya no es aquí…

- ¿Aló? ¿Quién es?- insistió la voz.
- Hola... soy a-melia… Amelia Darce. Queria saber si...
- ¡Amelita! -se escuchó sorprendida desde el otro lado - hasta que llegaste, te abro…

Amelia desconcertada, entra, no entendía pero se sentía en tregua con su realidad. Mientras subía, se repetía hasta que llegaste… ¿hasta que llegué?...
Desde el fondo del pasillo se ve a Marcia que abre su puerta; la joven Amelia, pausada se acercó, se saludan y se dan un abrazo tímido pero muy cálido.

- Te estaba esperando…- dice Marcia mientras cierra la puerta.
- ¿Sabías que vendría? – Amelia con la voz aún un poco ahogada.
- Ven. – Marcia la guía hacia una pieza con llave- Adelante – abre la puerta dejándola pasar.
- Pero, ¿qué… significa… - Amelita ve como Marcia junta la puerta con una sonrisa dulce.

Amelia perpleja, observa minuciosamente y muy cautelosa, no supimos cuánto tiempo habrá sido, pero sin duda fue menos del que ya había pasado. Amelia, cuando ya sentía nuevamente que el tiempo avanzaba, cerró sus ojos y se vio ahí mismo hace 10 años.

- ¡Hola!
- ¡Niña Amelia! Hasta que llegaste… - Carlos trató de ser duro, pero su mirada no quería serlo.
- Si tío, no se imagina todo lo que mi mamá me pidió que comprara antes de salir. ¿Qué haremos hoy?
- Hoy, qué lindo es pensar en hoy Amelita, ojala que los años no te obliguen a vivir en un pasado inalcanzable o por un futuro incierto… Hoy quiero mostrarte unos textos que recibí hace poco de Mario…

Amelia con ojos brillosos recuerda y toma “Primavera con una esquina rota”. Dudosa, lo abre y va a la pagina 90…

- …Beatriz es una niña unos cuantos años menor que tú, es una pequeña que parece ingenua, pero con sus 9 años sabe muy bien lo que ocurre a su alrededor solo que no deja que las desgracias que están presente en su hoy y en su círculo le quiten su alma quimérica e inocente. Beatriz en el mundo de Benedetti, Amelia en mi mundo – Carlos bajando sus lentes para poder mirarla mejor, le sonríe - ... ¿o no niña Amelita?, durante la historia, Mario va relatando…

Mientras pasaba las páginas, las palabras de Carlos estaban en su mente, en el libro, en la habitación.
De la misma manera, Amelia tomo en sus manos varios libros más, escudriñando en sus sentimientos consumidos por el tiempo. Fue así, como de un momento a otro se vio entre Cortázar, Borges, Fuentes, Páramo, García Márquez, etc. Un montón de autores y títulos que con 11 años fueron sus puertas a la lectura y que hoy con 21 son sus ídolos literarios.
Paso largo rato en el escritorio olvidando por completo los planes que había preparado para aquel jueves, no tenía intenciones de abandonar la habitación hasta muchas horas más. Sin embargo, estar ahí, la entristecía más de lo que ella misma quería. No había página que no la hiciera pensar en el disparo opositor que provocó el ocaso de las tardes de lectura en Miraflores 543, departamento 73.

Recordó que esa noche, no quería irse, estaba encantadísima con la novela que comenzaron a leer; “Los de abajo”. Historia que despertó en ella intereses distintos, generando por fin ideales que seguir. Llevaban casi la mitad del libro, cuando Carlos recibe una llamada – es extraño como ahora puede recordar, si por tanto tiempo lo tuvo bloqueado – que al parecer era algo urgente, porque al cortar le dijo preocupado y con ojos asustados Amelita tienes que irte, mañana sin falta seguimos leyendo a Azuela.
Amelia por no querer causarle problemas a su tío, obedeció sin decir nada al respecto. Solo al cruzar la puerta le dijo, tío más vale que pongas el despertador, porque mañana estaré aquí más temprano que tarde.
Se despidieron un con un abrazo fuerte que duró más de lo que se demoraban en despedirse días anteriores. Ambos, aunque fuera de una manera distinta, sabían perfectamente que sería el último de tantos.
Respetando sus palabras, Amelia a primera hora se encontraba tocando el timbre de Carlos. Ese día Amelia despertó con lágrimas en los ojos, revelando una noche intranquila y con un sueño tormentoso, que minutos después se habría convertido en un deja vu. Marcia, con sus ojos rojos y con su cara reveladora de no haber dormido nada, la recibe en la puerta con una sonrisa inerte. Sin poder disimular, Marcia rompe en llanto abrazando a Amelita sin comprender como brazos de una pequeña de 11 años podían ser tan confortantes; si bien no alivio su dolor, si la tranquilizo para poder explicarle la barbaridad ocurrida la noche anterior. Un grupo de militares – idéntico a su sueño- llegó a fusilar los sueños de esa casa, derribo toda esperanza y terminó con la vida de uno de los hombres que más quiso vivir; solo por pensar distinto a un régimen impuesto y permitido por gran parte de la sociedad. Por terror a la propagación de la ideas de Carlos, transformaron en un horror la vida de una familia completa, dejando claro con torturas y disparos que para ellos era un honor.
Amelia con su temprana edad, se censuró, clausuró en ella los sentimientos y se exilió de la verdad y de la emoción. Amelia, un 16 de septiembre, dejó de sentir. No caminó más por Miraflores ni volvió abrir ni un libro más.
Así, reprimiéndose la pena, pasaron los años, muchos años, olvidando y bloqueando paulatinamente todo acontecimiento. Hasta que, con 21 años, despertó una mañana con 11 nuevamente floreciendo una inquietud, la cual la hizo realizar su antiguo trayecto.

- Amelita, Amelita… - escuchó con dificultad desde el otro lado de la puerta.
- ¿Si?
- Ya es tarde niña, yo me iré a dormir. Si quieres te puedes quedar aquí. – le comenta Marcia cariñosa.
- No tía no se preocupe, yo ya me iba… - Amelia contesta abriendo la puerta. – Gracias por recibirme después de tanto tiempo…
- Fueron las palabras de mi viejito… espérala, Amelita volverá… - Marcia se despide con un beso en la frente.

Amelia hace un gesto de despedida con su mano izquierda mientra Marcia cierra la puerta. Volví susurró durante todo el camino de vuelta a casa. Volví, volví, volví… Amelia recuperó su mente, su alma, sus sueños. Compartir con su tío la hizo comprender su encierro, su negación, su estupidez.
La mañana siguiente se despierta energética, prepara su bolso y emprende un viaje, sin rumbo establecido pero con un único ideal claro: vivir.

domingo, 18 de octubre de 2009

Si ellos son la patria, yo soy extranjero

Antonio volvió a Chile y sin decidirlo comenzó a caminar por veredas viejas, sin gracia, feas y mal cuidadas, sin emabrgo eran capaces de estremecer su piel con dolorosos pensamientos; avanzaba observando un alrededor cubierto y demacrado, percatándose de ligeros cambios presentes en el único lugar que le regaló sonrisas e ideales. Se dirigió por un camino de casas desteñidas, que tenía manchas de pintura de colores fuertes, evidenciando el intento de una “remodelación”. Sintió la sombra de árboles florecidos llenos de hermosas hojas verdes, claras y oscuras, algunas amarillas y otras incluso beige delatando que muy pronto vendrá el otoño para llevarse cada hoja que ha crecido este mes. Llevó sus pies a calles con grietas para ver la gente parada en las esquinas rotas, ansiosa de que llegara algún bus ficticio que se los llevase de ahí de una vez. Se detuvo frente a la fiel panadería del armonioso mosaico mostrándonos la empolvada belleza del lugar; echó de menos al perseverante señor del aseo que al verlo limpiar todos los días los papeles botados lo hacía prometerse ante si mismo que no botaría más la basura en la calles y que sin explicación se olvidaba para que cuando volviera a pasar se comprometiera tan fuertemente como la vez anterior.

Hoy Antonio, no pudo más y desvió su camino para recordarla, para comprender… para no olvidar cuando manos perversas y sucias se atrevieron a acabar con sus sueños, con sus esperanzas, con su vida… Fue hasta a ese lugar para no ser egoísta, para hundirse y torturarse en su soledad; fue hasta ese lugar para recuperar a su Victoria, para llevársela a su casa y regalarle el mismo amor desenfrenado que fue robado y fusilado por ustedes milicos de mierda. Fui hasta ese lugar para buscarla y no encontrarla una vez más… entre sollozos y delirios Antonio escucha el ruido que esperó durante 20 años, sin tener manejo de su cuerpo llega a su esquina rota, se mantiene despierto hasta que Victoria, envuelta por los demás pasajeros recién incorporados, baja del bus, lo recoge y se van juntos de vuelta a casa.

viernes, 16 de octubre de 2009

Consumo para la sed

Un café para despertar,
Un café para el frío,
Un café para leer,
Un café para empezar,
Un café para estudiar,
Un café para conversar,
Un café para disfrutar,
Un café para acompañar,
Un café para escribir,
Un café para accionar,
Un café para pensar,
Un café para la ansiedad.


Un café… un café de revolución, un café para evitar la rutina, un café para esperar, un café para comenzar la noche, un café para soñar, un café para no dormir. Y finalmente, termina el día y fueron 19 cafés que consumí y me enguataron de sociedad. Y así, ahogada y encerrada, te pregunto…
¿Te sumerges conmigo?